Increíble, una paciente desaparece en el hospital.

Imagen obtenida de la web lanación.com.py

Estuvimos conversando con ella todo el traslado en la ambulancia, nos preocupamos de algo más que de mantener estables sus constantes vitales.

Le llamamos por su nombre y realizamos una escucha activa, esas donde el que habla encuentra al otro lado alguien que le presta atención con todos sus sentidos.

Pues bien, cuando llegamos al hospital algo pasó, algo sorprendente nos ocurrió, la paciente desapareció.

Tal vez fue culpa mía, debí darme cuenta que algo así podría suceder porque cuando entramos por aquellas puertas automáticas con la paciente en la camilla, nadie se giró a vernos, parecía que éramos totalmente invisibles. Aquel servicio de urgencias era un lugar mágico, uno de esos pocos sitios donde nuestros chalecos reflectantes amarillos pasaban totalmente desapercibidos.

Pasado un tiempo alguien se acercó, pero tampoco miró a la paciente, era como si para aquella persona no estuviera presente. Tampoco se presentó pero al llevar una bata blanca y mostrar interés le conté el motivo de nuestro traslado. Después de escuchar mis explicaciones me respondió con un sorprendente, «ah, yo no soy médico, en seguida viene» y se echó a un lado.

Después de unos segundos esperando sin respuesta alguna, como ningún facultativo se acercaba a valorar a la paciente se me ocurrió acercarme a preguntar y traspasar la linea imaginaria de la zona de triaje. Pude identificar a un colega y pensé que mi suerte iba a cambiar. Se encontraba muy atento a una pantalla y sin despegar los ojos de la misma (y os aseguro que no estaba viendo ninguna radiografía), me respondió un «a mi no me toca», para continuar con sus entretenidos quehaceres.

Yo perdido en mitad del pasillo, con mi carpeta en la mano, parecía uno de esos voluntarios que intentan captar socios para una causa en la vía pública resistiendo las miradas esquivas de los transeúntes. Finalmente, alguien se aproximó, yo suspiré y me presenté nuevamente, y él se sorprendió por haberlo hecho, como si fuera algo a lo que no estaba acostumbrado. Le conté lo que le pasaba a la paciente, y desde la distancia, sin acercarse a verla (la hizo nuevamente invisible), le comunicó a las auxiliares en voz alta a que box tenían que pasarla llamándola por su patología, terminando así ese mágico proceso de despersonalización que se inició al entrar por urgencias, con la cosificación final de la persona.

Nosotros terminamos esta sorprendente transferencia y nos despedimos de ella.

De vuelta a la base, en nuestra ambulancia, sarcásticamente murmuraba, «realmente este es un hospital mágico, son capaces de hacer invisibles a las personas», entonces el teléfono sonó y rápidamente nos pusimos rumbo a otro aviso.

Tal vez esta sea una historia ficticia, pero lo que aquí se describe lamentablemente todavía sigue siendo una realidad en algunos lugares.

No está de más recordar, ahora que pronto se incorporarán nuevos residentes, que no tratamos patologías, tratamos a personas que padecen determinadas patologías, y debemos huir de la despersonalización o la cosificación en nuestros servicios de urgencias, como suelo decir «humanizar es dejar de tratar a pacientes y comenzar a tratar a personas».

Esta historia va dedicado a esa mayoría de profesionales que se esfuerzan por brindar una asistencia de calidad y calidez en cada guardia, muchas gracias, es absolutamente necesario.

JM Salas – Con Tinta de Médico

Autor y editor del blog Con Tinta de Médico

Máster en Dirección Sanitaria

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