Papá, ¿ya te has contagiado?

Cada vez que regreso a casa después de una guardia se que me toca lidiar con esa pregunta.

Papá ¿ya te has contagiado?

Y cada día me cuesta más responderla.

Mis hijos me esperan en la cocina, cuando llego siempre los encuentro desayunando y me quedo unos segundos disfrutando en el jardín de esa familiar estampa a través de la cristalera.

Antes de entrar suelo dejar mis lágrimas en el coche, a ritmo de mi canción favorita, no quiero que me vean llorar.

Hago un exhaustivo protocolo de desinfección fuera de la casa, intentando minimizar el riesgo, y cuando tengo todo recogido entro desnudo directo a la ducha, pero aún así luego sigo temiendo por ellos.

Aparco temporalmente besos y abrazos, y trato de seguir unas normas, pero mi pequeña Lola de apenas 12 meses de edad se suele saltar todas las recomendaciones impuestas por el ministerio.

Mi mujer y yo trabajamos en una unidad especializada en traslados de pacientes COVID +, y es muy complicado nuestro día a día, como el de muchos de nuestros compañeros.

Nos dejamos la piel para hacer maravillas con los escasos recursos disponibles.

Cada guardia vivimos un escenario diferente, cada día es más complejo que el anterior, y lo que ayer era válido hoy ya no nos sirve.

Vamos perdiendo compañeros, por contagio o por sospecha. Yo ya perdí temporalmente a mi amigo de batallas durante algunas guardias, y me duele acordarme de aquellos que están hospitalizados, amigos virtuales conectados a un respirador o aquellos que ya no están con nosotros.

En casa, el día a día es complicado, el móvil no me da tregua, tengo que estar localizado y si me descuido los WhatsApp me comen. No hay descanso.

En los salientes de guardia algunas noticias aún duelen más, porque sabes cual es la realidad, tienes cada historia, cada paciente y cada rostro todavía grabado en la memoria. Y las desafortunadas declaraciones que leo, de aquellos que supuestamente gestionan esta crisis, son simplemente un insulto para los que nos dejamos la piel en cada guardia.

Los profesionales no nos sentimos protegidos, no nos cuidan, ni con los actos ni con las palabras. Pero mis letras de hoy no son para señalar culpables, ni responsabilidades, eso ya lo exigiremos luego, porque es nuestra responsabilidad, por nuestros compañeros, por nuestros hijos y por nuestra sociedad. La falta de talento en algunos despachos nos ha salido a todos muy cara.

Hoy solo tengo tiempo para pensar en cuidar de mi equipo, en hacer lo mejor posible nuestro trabajo con el brutal escenario en el que nos encontramos, ayudar a los más vulnerables e intentar que ninguno de mis compañeros se contagie.

Y es que ya vamos por 10.000, ya somos 10.000 profesionales contagiados en España, y cada día que vuelvo a casa me cuesta más responder aquella pregunta del encabezado de este post.

Estoy convencido que pronto cuando mi hijo me suelte inocentemente esas palabras «papá, ¿ya te has contagiado?», yo le diré, que si. Y me quedaré temporalmente en casa, con ellos, pero no como ellos quieren. Me aislaré, y seguiré restringiendo besos y abrazos, esperando que no me complique y mirando de reojo el calendario para ver cuando puedo regresar para seguir ayudando a mis compañeros de batalla.

Y es que este sistema necesita ahora más que nunca profesionales con talento que cuiden de los suyos, porque este virus nos hace daño, pero la falta de capacidad para gestionar esta crisis es lo que nos está mermando.

Pronto volverán los abrazos, ya queda un día menos, resiste, ya queda un día menos.

Otro post Con Tinta de Médico, otro post del otro lado de la mascarila.

JM Salas – autor del libro y blog Con Tinta de Médico.

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