Nuestra ambulancia es un lugar seguro.
Cuando éramos pequeños y jugábamos al «pilla pilla» teníamos una casa, un lugar donde no nos podían pillar, donde estábamos a salvo, pues esa misma sensación que sentía hace unos años cuando pisaba aquel lugar, es la que ahora siento cuando estoy dentro de la ambulancia.
Me siento en casa, me siento seguro.
En la mayoría de los casos encuentro dentro de ella todo lo necesario para estabilizar y trasladar a un paciente al hospital. Y es que ya llevo 10 años trabajando dentro de ella y conozco sus secretos, sus historias y sus miedos.
Un cóctel de experiencia, formación y vocación me hacen más fácil mi día a día, aunque reconozco que las guardias son impredecibles y que cada paciente es una particular aventura.
En ocasiones os comparto alguna historia o reflexión sobre este apasionado mundo de las emergencias prehospitalarias desde el blog Con Tinta de Médico, desde el atril de algún salón de actos o en las páginas de mi entrañable libro, Diario de un Médico de Urgencias adicto a la noche.
Pero todo lo que cuente es poco, cada guardia es un estimulante baño de emociones que debemos aprender a gestionar.
No me importa la marca del vehículo, sino el equipo que me acompañe.
No me importa que lleve la etiqueta de docente, porque sigo siendo un humilde alumno.
No me gustan quienes maltratan la ambulancia, ni quienes juegan con la vida de los que trabajamos dentro de ella, y menos aún de quienes toman erróneas decisiones sin haberse puesto nunca nuestro chaleco.
A los Servicios de Emergencias Médicas hay que respetarlos, sentirlos y valorarlos.
Y no debemos olvidar que los vehículos sin personas son solo metal, un motor y cuatro ruedas, por eso lo que más me gusta de mi ambulancia no es el color, ni la marca, es la gente que allí trabaja.
En la ambulancia me siento seguro, en la ambulancia me siento como en casa.
JM Salas – Con Tinta de Médico
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