Hasta pronto pequeño amigo

postfabri

Nos conocimos en un lugar diferente.

Tú ibas con mascarilla y nosotros con guantes.

Estabas en la cama, en pijama y un poco nervioso.

Era el momento de presentarnos, tú tenías ganas de regresar a tu casa y nosotros te íbamos a acompañar durante ese viaje.

No sabíamos como acercarnos a ti, y tú solito nos enseñaste el camino, a través del juego, de la broma, de la fantasía como se conquista a cualquier otro niño.

Pasaste por mucho, y aunque tu inseparable madre estaba siempre a tu lado, entendimos que no fue fácil.

A pesar de todo, esa noche fuiste capaz de regalarnos esa encantadora sonrisa y aquella inocente mirada que nos cautivó desde el primer instante.

Sabíamos que te gustaban las superhéroes y nosotros quisimos que fuese un viaje especial. Esta misión no era un traslado medicalizado, era una aventura de superhéroes, y a mi me tocó ser el del martillo.

Doce horas de vuelo nos unieron. En más de una ocasión me quedé dormido mirándote y al despertar rápidamente te buscaba, eras nuestra responsabilidad, eras nuestro pequeño amigo.

Recuerdo con nostalgia tu complicidad desde la distancia y ese gesto de Spiderman con el que me señalabas y fácilmente me arrancabas una sonrisa.

Tuvimos que pasar numerosos obstáculos hasta llegar a tu país, y aunque los detalles del camino me los reservo, tengo que desvelar uno de tus secretos, intentabas llevar siempre puestas las gafas nasales para recargar tus superpoderes.

La altura de Quito no te sentó bien, y menos que nos quisieran dejar en tierra.

Por suerte, llegamos antes de que nuestra conexión despegara, hablamos, y pudimos abordar la segunda aeronave a tiempo. Tuvimos que dejar atrás nuestras maletas pero no nos importó, el viaje no admitía demoras.

Este vuelo aterrizó una hora después en Guayaquil, y la tensión ya se percibía en el ambiente.

Desembarcamos y las puertas del aeropuerto se abrieron de par en par para ti.

Al otro lado te esperaba tu familia, y todo aquello que vivimos que hoy no tengo ganas de contarlo.

Risas, llanto, lágrimas, globos y abrazos fueron tu particular bienvenida.

De ahí solo nos quedaba un pequeño trayecto en ambulancia hasta tu casa, y por supuesto, me pedí estar a tu lado.

Cuarenta minutos después te dejamos sentado en aquel sofá, en tu sofá, rodeado de los tuyos, inhalando tus superpoderes y respiramos tranquilos.

Ahora si, nuestra misión había finalizado.

Pero antes de irnos, y a petición tuya, quisiste que los 4 superhéroes juntáramos nuestras manos, como hacen los jugadores de un equipo para darse ánimo. Sin duda alguna fue un momento mágico, y un gesto que nunca olvidaremos.

Tú estabas agradecido por el viaje y nosotros por todo aquello que nos llevamos.

Ahora la noticia que nunca quise recibir me ha llegado.

Y  tú nuestro pequeño amigo has emprendido un viaje en solitario.

Hoy la vida es menos justa que ayer.

Estoy convencido que algún día nos encontraremos en otra misión fuera de la tierra, y nuestros superhéroes volverán a estar juntos.

Hasta la vista compañero, gracias por permitirnos ser parte de tu equipo.

<Este post va dedicado a todos los compañeros de la Fundación Ambulancia del Deseo que cada día con ilusión y un gran esfuerzo son capaces de hacer realidad muchos sueños>

JM Salas – Con Tinta de Médico

www.contintademédico.com

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