El paciente secuestrado

 

Imagen obtenida de la web cadenaser.com

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A veces cierro los ojos e intento imaginar que esa frase fue solo una creación mía.

A veces pienso que la inventé para recrear una de mis originales historias.

A veces, solo a veces, intento engañarme, pero nunca tengo suerte.

Recuerdo sus lágrimas, su mirada, la rabia contenida, su grito de desesperación.

Cuando llegamos, su familia gentilmente nos estaba esperando en la puerta.

Juan como le bauticé para conservar su anonimato, estaba postrado en una cama desde hace ya unos largos años, fruto de una mala evolución de su descontrolada diabetes.

En esta ocasión nos avisó por la persistencia de una tos que no había prescripción telefónica alguna que solucionase.

Después de examinarlo, le diagnostiqué una bronquitis aguda y puse tratamiento domiciliario.

Aquel hombre no me quitaba ojo, así que antes de despedirme le toqué suavemente el hombro, con una dosis de afecto que intuía necesitaba.

Después de unos segundos en pausa, se derrumbó.

Me contó que estaba muy agradecido por el trato recibido, que le hicimos sentir nuevamente como una persona.

Y es que él llevaba años pidiendo a su médico de familia que viniera a visitarlo pero nunca consiguió levantarlo de su silla.

Fue entonces, cuando las lágrimas desbordaron sus ojos, y después de una pausa para coger aire, y tras un gemido, pronunció esas palabras.

«Nos tiene secuestrados, nuestro médico nos tiene secuestrados».

«No nos visita, no sale de su consulta y cuando le llamamos dice que avisemos a urgencias. No es justo, quiero tener un médico, necesito mi médico, no es justo, nos tiene secuestrados, no es justo, no es justo«, y las lágrimas descontroladas pusieron fin a su terapéutico discurso.

De vuelta a la base, aquellas palabras seguían sonando en mi cabeza, sin duda alguna me hicieron un tocado y hundido, y un sentimiento de ira se apoderó de mi, solo tenía ganas de buscar a mi compañero y cantarle las cuarenta, ya estaba cansado de esa actitud.

No se si por suerte o por desgracia, un buen amigo apaciguó mi malestar, y canalicé la protesta por una via diferente.

Ahora, me arrepiento de no haberme desahogado, porque esa reclamación no sirvió de nada.

Y es que desde hace algún tiempo el sistema olvidó que el paciente tendría que ser su centro, y en ocasiones no solo protege sino que hasta premia, a aquellos que no cumplen con sus obligaciones.

A ver cuando nos enteramos que no somos dueños de los pacientes, y que en pleno siglo XXI el conocimiento no es un bien exclusivo y menos unidireccional.

Es hora de seguir acortando las enormes distancias que nos separan de nuestros pacientes y espero que con iniciativas como el Proyecto HURGE, consigamos impulsar un necesario cambio, y no solo por los pacientes, sino por los innumerables profesionales que cada día ponen todo lo mejor por hacer mejor su trabajo.

Otra guardia más, otra noche de insomnio Con Tinta de Médico

JM Salas – Con Tinta de Médico

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