Keita tiene 23 años, es joven, fuerte, y trabaja interminables jornadas en el campo. Viene a Urgencias porque desde hace tiempo le duelen las muñecas. No tiene contrato y en su caso, tampoco seguridad social. Le pauto tratamiento y le indico que sería recomendable que evitara esfuerzos durante unos días. Él sonríe, pero sin estar contento. Sonríe con resignación. Los dos sabemos que no se lo puede permitir.
Concepción tiene 55 años, desde hace unos años trabaja cama adentro cuidando a una señora. La ayuda a levantarse, le da las comidas, la viste, asea y se preocupa por ella. Trabaja de lunes a domingo y alguna tarde los hijos de la señora la cubren mientras ella va a un locutorio para hablar con su familia que vive en Paraguay. Le duele la espalda, se hace daño cada vez que moviliza a la señora. Acude a Urgencias buscando que le resuelva su problema, pero no hay pastilla que resuelva ese tipo de contrato.
Mohamed tiene 47 años, viene muchas veces a Urgencias. Vive solo, su familia sigue en Marruecos. Trabaja eventualmente en el campo. Viene con frecuencia a nuestro servicio. Comenta que su médico de familia no le presta atención. Dice que no le escucha, solo le manda pastillas, y ni si quiera le mira a los ojos. Aquí, le dedico un tiempo dependiendo de la demanda, le sirve. Le escucho, no necesita ni que le hable. Se queda tranquilo y se va.
Son pequeñas historias de nuestro día a día. Son personas, no datos. Personas que precisan nuestro apoyo, nuestra asistencia.
Nuestro sistema de salud no es perfecto, nuestro país tampoco y lamentablemente menos tras los últimos acontecimientos.
Pero los profesionales de salud, debemos ser un ejemplo contra la intolerancia, contra la xenofobia, contra el ensalzamiento al odio. Debemos dar nuestra mejor versión y promover el respeto a la diversidad y multiculturalidad.
Porque en ocasiones no basta con no ser parte de ello, sino que toca aportar nuestro granito de arena para frenarlo.
Las enfermedades no conocen de color de piel, pasaporte o situación legal, y espero que nosotros como profesionales del sistema sanitario, tampoco.
Este sistema de salud tal vez ya no sea el mejor del mundo pero puede ser uno de los más humanos, porque la humanización no requiere de tantos coches de juguete por los pasillos, sino pensar un poco más en los pacientes y cuidar un poco más de los profesionales, así de sencillo.
Las urgencias no conocen de nacionalidades, nosotros tampoco.
JM Salas – Autor y editor del libro y blog Con Tinta de Médico
www.about.me/jmsalas
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