Yo vengo a que me pinchen

foto jeringuilla

«Yo vengo a que me pinchen»

Es una de las frases más repetida todas las noches en los servicios de urgencias de atención primaria y casi siempre viene acompañada del siguiente diálogo:

¿Se ha tomado alguna pastilla para el dolor?.

No, a mi es que si no me pinchan no se me quita.

– Pero…

– ¿Es que no me va a pinchar?. A mi siempre me pinchan. (y de reojo mira a ver quien está en la otra consulta).

Y ahora nos armamos de paciencia y explicamos las indicaciones de la administración de fármacos vía intramuscular, las escasas ventajas sobre la vía oral y las complicaciones que pueden ocasionar. Y después de 5 minutos de educación sanitaria, te suelen repetir:

Entonces, ¿no me va a pinchar?.

Una pregunta que nos cae como un jarro de agua fría, dejándonos una cara de «¿que parte no entendió?«.

Yo suelo razonar con los pacientes las alternativas terapéuticas y en conjunto decidir la mejor opción, respetando su autonomía y mis principios.

Pero en este tipo de casos tienes dos caminos, bajar la cabeza y prescribir un inyectable, siempre y cuando no tenga contraindicación alguna, o volver a insistir en informarle sobre las diferencias entre las distintas vías de administración de un fármaco.

En ocasiones la hora, el lío que tengas en la sala de espera, lo receptivo o violento que pueda estar el paciente, y si existe o no uniformidad de criterios al respecto en tu servicio, te obligar a coger uno u otro camino.

Y es una pena, porque no debería ser así, pero es nuestra realidad.

Tal vez haya que aprovechar que últimamente se crean escuelas de salud en diferentes comunidades, también en la mía. Y a lo mejor es el momento de invertir en divulgación sobre educación sanitaria en el área de las urgencias, ayudaría mucho a pacientes y familiares, y nos facilitaría nuestro trabajo.

Aprovecho para compartir uno de tantos enlaces que hablan al respecto, en esta ocasión de una de mis páginas favoritas, el PREVID, barremos para casa.

De momento me tocará impulsar medidas en mi servicio y seguir sonriendo cuando escuche ese «entonces, ¿no me va a pinchar?«, porque el día que no lo haga, será el momento de marcharme.

Cinco minutos después otro paciente con dolor, y otra vez el mismo diálogo.

¿Habrá suerte esta vez?

Ya os contaré.

JM Salas – Con Tinta de Médico

contintademedico.com

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